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La que se armó el día que un pueblo entero quiso marcharse rumbo a la Argentina

El señor Ramiro de Maeztu era redactor en Londres de “La Correspondencia de España” cuando leyó en el diario "La Prensa de Buenos Aires", donde de vez en cuando también escribía, una carta en nombre de un pueblo de la provincia de Salamanca, en España, dirigida a Manuel Quintana, Presidente de la República Argentina. Boada, provincia de Salamanca, 13 de octubre de 1905.-

Excelentísimo y honorable señor-. Sabiendo que a ese su Gobierno le conviene el aumento de población con el objeto de colonizar el mucho terreno virgen que posee y cultivar y hacer producir sus llanas y extensas pampas, y conociendo el gran-de interés que tiene en favorecer la inmigración en su hermoso y productivo país, los que suscriben, médico y secretario del Ayuntamiento y Juzgado municipal de este pueblo de España, madre común de los habitantes de ambas naciones, tienen el atrevimiento y la honra de dirigirse a V. E. rogándole indique a ese Gobierno si puede admitir un pueblo entero o la mayor parte de él, con todas sus clases sociales, como son: labradores, carpinteros, herreros, albañiles, médico, boticario, zapateros, etc, y en caso afirmativo, nos conteste con las condiciones y ventajas que pueda proporcionarnos.

Queda de V. E. con la mayor consideración y respeto, afectísimo seguro servidor, secretario de Ayuntamiento, Emilio Regidor; médico, Carlos de Sena; secretario del Juzgado, Juan Rodríguez.

Nota: La mayor parte de los antedichos irían si se les facilita el pasaje gratuito Quién le diría que veinticinco años después él mismo sería embajador español en la República Argentina. Pero sigamos a lo nuestro, eso es otra historia. Boada, era un pueblo desconocido del Campo Charro, en la comarca de Ciudad Rodrigo, provincia de Salamanca, de 1.146 habitantes por aquel entonces. Un pueblo que se volvió campo de batalla el día que Maeztu escribió sobre el incidente en “La Correspondencia de España”. El escritor y periodista acusaba a los habitantes de Boada de cometer un acto antipatriótico “capaz de poner los pelos de punta al menos patriota de los españoles”. Trató de convencerles de que en vez de abandonar la patria había que redimirla con su trabajo y valor.


Vecinos del pueblo en la plaza de Boada esperando a unos reporteros en 1905. FOTO | Twitter Noemí Trujillo.

Lo curioso es que Ramiro de Maeztu, aunque nació en Vitoria, provenía de una familia de tradición migrante. Su padre nació en Cuba, y volvió a España cuando su familia se vio arruinada. Su madre, Juana Whitney, hija del Cónsul de Inglaterra en Francia, nació en París. En 1905, cuando los hechos ocurren, Maeztu ya es un importante intelectual que se proclama desde el extranjero rebelde, anticlerical y antijesuita. Siguiendo la corriente regeneracionista achaca muchos de los problemas de España a los capitales que se pudren en las cuentas corrientes, a las energías malgastadas por ideales absurdos, a las tierras improductivas, a los jóvenes dispuestos a trabajarlas que se van a otros países, y a los artistas y otros intelectuales que se empeñan en desarrollar otros pueblos.


Ramiro de Maeztu fotografíado en 1915. | FOTO Whiteley

En su artículo, Maeztu tacha a los vecinos de Boada de cobardes. Es más, les aconseja que sigan el ejemplo de los habitantes de Fuenteovejuna de Lope de Vega porque ponen en peligro la unidad de la patria puesto que están dispuestos a abandonarla. Y para más inri: la denigran más que algunos separatistas. El periodista hace alusión directa a las elecciones celebradas pocos meses antes, las segundas convocadas por Alfonso XIII, en las que en Cataluña gana la Lliga Regionalista. Como buen intelectual de su tiempo, el señor Miguel de Unamuno, filófo, escritor y rector de la Universidad de Salamanca, leyó en los diarios la historia de un pueblo de la provincia que quería emigrar a Argentina de forma colectiva. Según cuentan, inmediatamente recorrió los poco más de sesenta kilómetros que separan Boada de la ciudad de Salamanca para ver qué pasaba. Al día siguiente publica un artículo respondiendo a Maeztu en “La Correspondencia de España”. Unamuno expone los argumentos de los vecinos para justificar su propósito de emigrar a América. “Somos gente pacífica y nunca imitaremos a los campesinos de Fuenteovejunta”, dice un vecino, parece ser que aclarando que allí no se iba a matar a nadie. Insisten, seguramente influenciados por la presencia del importantísimo señor rector en su humilde pueblo, en el amor que sienten por la patria, por una “sola patria grande”, y “la hermandad universal”. El incidente provocó que muchos reporteros se desplazaran al pueblo a cubrir la noticia.


“El patriotismo consiste en comer y en dar de comer a sus hijos”, alegaba uno de los habitantes del pueblo de Boada en uno de esos reportajes.

Además de dar voz a los vecinos, Unamuno se explaya en la explicación de qué es lo que está pasando y por qué. Cuenta que los vecinos critican la estructura agraria, en esta zona la dehesa, y a los propietarios que suelen pertenecer a la nobleza terrateniente. “Los que manifiestan antipatriotismo no son los pobres labriegos sino los dueños de las dehesas y campos en esta provincia y otras provincias que están despoblando sistemáticamente la patria”, decía el filósofo. Es más, describe a “los dueños de la tierra patria” como “ciegos de codicia” y asegura que la manifestación externa de este “egoismo antipatriótico” es la renta. “Mayor mal que el fisco es la renta que crece sin cesar para rendir interés a esos enormes capitales que se emplean en la compra de tierras”, escribe Unamuno en una época que resalta por su corte socialista.


Miguel de Unamuno en 1912, publicación "Mundo Gráfico"

La relación entre estos dos intelectuales ha sido bastante estudiada en la historiografía española. Como miembros de esa generación pesimista del 98, en una España derrotada en sus territorios de ultramar y cronicamente atrasada en sus territorios peninsulares, compartían muchos puntos de vista. Entre ellos la necesidad de una reforma agraria. Quizás, por ser más jóven, Maeztu acusaba a Unamuno de “conservar un materialismo marxista de otros tiempos” mientras él portaba orgulloso el patriotismo y el entusiasmo. Lo cierto es que además, para añadirle más complicación al asunto, la hermana pequeña de Maeztu, María, vivía en casa del rector mientras estudiaba filosofía en la Universidad de Salamanca. A partir de este caso concreto de un pueblo que quiere abandonar España, el catedrático de Salamanca pudo ilustrar las fallas derivadas de la desamortización acelerada por un Estado en quiebra tras las guerras y pérdida de las últimas colonias. Lo sucedido en Boada demuestra la importancia de los bienes comunales hasta el punto de que la pérdida del patrimonio de usufructo municipal sirviese como detonante para plantearse una salida masiva a la Argentina. Algunos investigadores contemporáneos contemplan la posibilidad de que este factor de expulsión se haya exagerado. El hecho de que este intento de migración suscitara tanto interés político e intelectual en comparación con el que se vivieron en otros casos similares, o incluso más dramáticos en el resto del país, también levanta las suspicacias de los historiadores actuales.


Jornaleros y el cura de Boada en 1905. | FOTO Twitter Noemí López Trujillo

Sin duda fueron varios factores los que influyeron en que un pueblo entero se plantease moverse de continente. En el corto plazo, como cuentan en periódicos de la época, pretendían evitar malas experiencias con los “ganchos”, reclutadores profesionales de mano de obra que recorrían los campos ofreciendo una vida mejor en ultramar de parte de las navieras o de ricos hacendados americanos que necesitaban mano de obra para sus explotaciones. Por lo visto circulaba la historia de una familia de Boada dispuesta a emigrar, compuesta por un padre y tres hijos, que llegaron al puerto de Vigo, gastaron sus ahorros, el padre contrajo una enfermedad que le obligó a quedarse y le condenó a ver cómo sus hijos eran explotados por los “ganchos” para luego verles marchar.


La falta de medios económicos generalizada, seguramente, impulsó a las autoridades locales a escribir esa carta al presidente argentino para conseguir pasajes gratuitos para la mayoría de la población.

Entre 1880 y 1935, a pesar de la falta de datos, dado que los emigrantes no se daban de baja en los padrones municipales, se estima que partieron unos cuatro millones de españoles, especialmente a Iberoamérica. Fue de tal magnitud de esta marcha, sobre todo en las primeras décadas de este periodo, que tanto gobiernos, como medios de comunicación e intelectuales alertaron la problemática que afrontaba España ante el abandono de sus ciudadanos. Pues los que se marchaban, sobre todo, eran aquellos en edad de trabajar y procrear. El diario salmantino "El Adelanto" publicaba casi a diario crónicas sobre la miserable situación de emigrantes en países americanos, sobre todo en Argentina.

Recorte del diario de Salamanca "El Adelanto" en 1907 sobre la cruda realidad de los emigrantes a su llegada.

La pérdida de población en algunas partes de Castilla llegó a oscilar entre el 20 y el 25%. Ante esta “moda perniciosa” que estaba dejando al país sin capital humano, se levantó el estandarte del patriotismo.

Recorte del diario de Salamanca "El Adelanto" con anuncios de las navieras para emigrar en 1907.
Niños que perdieron su barco en el puerto de La Coruña. | FOTO Xunta de Galicia

Hasta 1907 no se aprobó una ley migratoria que consideraba emigrantes a todos los españoles que se propusieran abandonar el territorio patrio con pasaje retribuído o gratuito de tercera clase. Con esa ley, a excepción de los que habían sido llamados a filas, habían sido sancionados administrativamente o encausados judicialmente, podían salir de España. A pesar de esto, muchos jóvenes evitaban el servicio militar huyendo clandestinamente por Francia, Portugal o en los puertos marítimos. La emigración no hacía más que aumentar debido a las necesidades de la población, las sequías, la falta de empleo, la escasa industrialización del país y la nula proyección de futuro. En este año, los cónsules de Argentina en Cádiz y San Sebastián ponían de manifiesto las penurias que estaba pasando la población española y el incremento de solicitudes buscando su apoyo para poder migrar a la Argentina.


Acceso de tercera clase en el puerto de Barcelona rumbo a Argentina en 1910. | FOTO Xunta de Galicia

Bien. Sigamos con el caso que nos ocupa. A principios del siglo XX, los vecinos de Boada poseían 4.258 hectáreas, frente a las casi 28.000 con las que contaban los forasteros. Por lo visto esto no había cambiado mucho desde las estadísticas del siglo XVIII producidas por el Marqués de Ensenada. Lo que sí lo había hecho era la población de Boada, pues por aquel entonces el municipio tenía unos 300 habitantes y en el 1900 pasaba del millar. Como muestra de que la sociedad agraria del Antiguo Régimen se prolongó durante el siglo XIX y principios del XX, está la necesidad de los labradores de los terrenos comunales para contrarrestar las penurias.


En la medida que estas tierras comunales se perdieran, las expectativas de los campesinos disminuían drásticamente.

En 1905, cuando pasa toda esta historia, se vende en Boada el segundo baldío, como parte de las prácticas desamortizadoras. Las parcelas eran divididas en lotes tan grandes que no pudieron ser adquiridas por los campesinos. En total, se vendieron cinco porciones de tierras comunales que sirvieron, según cuenta el historiador Ricargo Robledo, para “redondear” las posesiones de los hacendados forasteros. Con estas circunstancias clásicas de “acumulación del capital” la precarización se intensificó: faltaba leña, montanera para cebar el cerdo, pasto para el ganado…


Pasado un tiempo, ante el desastre social en el pueblo, se pensó en deshacer el acuerdo. A lo que los vecinos respondieron que sería inútil que a esas alturas les dieran tierras porque no tenían ya ganado con el que trabajarlas. Por otro lado, la ley de desamortización incluía como parte del acuerdo una compensación económica al pueblo por la perdida de los terrenos comunales. Una ley que incumplió Hacienda al no ingresar el 80% de las ganancias por las ventas que le correspondían al municipio.


Estación de tren abandonada en Boada, Salamanca. | FOTO Ayuntamiento de Boada

Unamuno comienza entonces una serie de publicaciones sobre la cuestión agraria en el Campo Charro. La culpa del escaso desarrollo regional y la emigración en tropel, no la tenían los labriegos humildes sino el arrendamiento a corto plazo, la actuación “todopoderosa" de los propietarios, ellos mismos representantes de las Cortes, los efectos dañinos surgidos de la desamortización y el empleo del capital disponible en comprar tierras pero no mejorar su explotación. Cuando habla del "propietario representante en Cortes", se refiere al diputado por el distrito de Ciudad Rodrigo, Antonio Palacios, quién ante la acusación salió inmediatamente de Madrid hacia Boada. Pues era fácilmente reconocible por los salmantinos de la época que se trataba del susodicho. Por supuesto faltaba alguien en todo esta historia. Ya se imaginarán que la Santa Madre Iglesia de este momento no se podía quedar al margen de tan acalorada trifulca. “El Lábado”, diario del obispado de Salamanca, se preguntaba acerca de la sinceridad de las intenciones de los vecinos de Boada: ¿no será un ardid de los astutos aldeanos para sacar recursos del gobierno?, decían. Y es que, después de que Unamuno pusiera el grito en el cielo, en una actitud considerablemente paternalista y cortoplacista, fueron concedidas al pueblo seis hectáreas para experimentación agrícola. El diario católico se reitera en su proclama en contra de la emigración, pues es “una vergüenza ver pueblos enteros abandonar España”.

Viñeta publicada por el diario nacional ABC en 1906.

De lo que queda constancia a través de la prensa de la época es que con el caso protagonizado por los vecinos de Boada comenzó una campaña en contra de la emigración rural hacia los jóvenes países americanos encabezada por el diario liberal de Salamanca “El Adelanto”. Unamuno se inserta casi en solitario en su posicionamiento a favor de la emigración en el debate. Considera, incluso, que puede ser “un bien”, pues al escasear los brazos podrán incrementarse los jornales.


“Ni puede, ni debe impedirse la emigración”, aseguraba el rector en un artículo de 1907, claro siempre que los emigrantes no rompieran del todo sus lazos con su tierra nativa. Ponía como ejemplo a seguir a los “indianos” del norte de España que volvieron de las colonias “después de hacer las Américas”, como su propio padre, que contribuyeron sustancialmente al desarrollo económico e industrial de sus provincias. “Desgraciadamente el gobierno español no cuida sus colonias, ni se preocupa por mejorar sus relaciones con América, aquí se vive en la ignorancia total de lo que es Hispanoamérica. Esta nueva oleada de conquistadores pacíficos hermanados ya por la lengua puede contribuir mañana al desarrollo de Castilla”, decía Unamuno partidario de “encauzar” la emigración. Años más tarde, Unamuno escribe para el diario argentino “La Nación” el caso de otro pueblo salmantino que sí logró emigrar en masa a Argentina donde fundaron otro pueblo con el mismo nombre: Gallegos de Argañán. “Es mejor que haya pocas familias y numerosas que muchas y de pocos hijos. De mi País Vasco ha emigrado siempre mucha gente y mucha gente se ha ido al convento. Es mejor que migren que se hagan frailes. La emigración es la forma más humana del malthusianismo”, escribía el catedrático en 1911 tanto para los lectores argentinos como para los españoles allí emigrados. Sin embargo, después de distintas campañas agrarias en los siguientes años, en las que Unamuno trabajó con agricultores del Campo Charro, cambió radicalmente de opinión. “Castilla no es Vizcaya, los campesinos del campo Charro no se convertirán nunca en “indianos””, expresaba en unas líneas en el diario salmantino “El Adelanto” en 1912, en lo que marcaría su profunda convicción de las reformas agrarias en Castilla pero se denostaría de su anterior perspectiva optimista de la emigración a ultramar.


Hace poco menos de dos años, en 2018, EL PAÍS SEMANAL publicaba un pequeño reportaje que actualizaba el asunto. Apenas quedan 200 habitantes el el pueblo que hace 115 años se rebeló queriendo abandonar España. Gracias a la involucración de Unamuno, cuentan en el pueblo, se logró que la mayor parte de las tierras fueran devueltas, aunque eso sí, no de forma inmediata. “Aquello calmó los ánimos, pero no impidió que algunas familias emigrasen”, cuenta para EL PAÍS SEMANAL un vecino de Boada. Otras dos vecinas octogenarias de la localidad, Ramona y Alicia, comentan que cuatro de sus tíos se fueron a Ameghino, en el sur de Argentina. Allí se casaron, tuvieron hijos y montaron una fábrica de jabón y aguas lavandinas.

Ramona y Alicia en el mapa de Argentina que les trajeron sus familiares. | FOTO Twitter Noemí López Trujillo

REFERENCIAS


VALERO-MATAS, MEDIAVILLA,VALERO-OTEO, COCA. (2015). "El pasado vuelve a marcar el presente: la emigración española". Papeles de POBLACIÓN No. 83. CIEAP/UAEM.


"Cartas de tres Maeztu a Miguel de Unamuno". Universidad Pontificia de Salamanca. Disponible online.


REBATÉ. (1998). "Miguel de Unamuno frente a la situación del Campo Charro (1905-1914)". En "Salamanca y su provincia en Miguel de Unamuno". Salamanca Revista de Estudios No. 41. Diputación de Salamanca. Disponible online.


ROBLEDO. (2001). "Dejar el campo, comprar la tierra: economía, población y sociedad (1880-1930)" HISTORIA DE SALAMANCA IV SIGLO XIX,CENTRO DE ESTUDIOS SALMANTINOS. SALAMANCA.


"El pueblo que quiso irse de España". EL PAÍS SEMANAL 22/11/2018. Noemí López Trujillo. Disponible online.

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