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“Creo que los españoles sienten que se podría volver a repetir esa historia. Porque no la cerraron”

Actualizado: 5 mar 2019

Una de las tardes que Graciela Palacios se quedó en casa con su bebé de tres meses, su marido, Ricardo Lois, desapareció. Era noviembre de 1977 en Buenos Aires, plena dictadura cívico-militar. Los dos eran estudiantes de arquitectura y militaban en las juventudes peronistas de la facultad. Supo enseguida que lo habían secuestrado y que no volvería. Eran tiempos en los que no podías faltar a algunos sitios, a algunas reuniones, para que no pensaran que habías desaparecido. Pasaba. Fue una generación perdida. 



Boda de Graciela y Ricardo con compañeros y amigos de la Facultad de Arquitectura. Muchos de ellos desaparecidos | FOTO Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex-ESMA)

Pocos meses después, Graciela Palacios participó activamente en la primera denuncia formal, reclamando conocer el paradero de los desaparecidos desde el golpe de Estado de 1976, junto con la Asociación Familiares de Detenidos por razones Políticas y Gremiales. Presentaron 24.000 firmas y, por aquel entonces, se reclamaban unos 500 desaparecidos. Fue un hito que no volvería a repetirse hasta los años ochenta. 


En noviembre de 1999, en España, Baltasar Garzón procesó a Scilingo y a otros 97 militares argentinos y miembros de las Juntas Militares, acusados de delitos de genocidio, terrorismo y torturas durante la dictadura, entre 1976 y 1983. Graciela testificó en ese juicio antes de que Argentina comenzara la maratón de reconocer y juzgar los crímenes de su última dictadura. Unos 30.000 desparecidos, casi 3.000 imputados hasta la fecha y 800 genocidas condenados


“No se apoyen en las paredes, este edificio es una prueba judicial”, dice la guía nada más recibirnos en aquel edificio neoclásico de cuatro columnas en un barrio del norte de Buenos Aires. Había sido Casino de Oficiales de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) en convivencia con el centro de tortura clandestino más importante de la última dictadura argentina.


Dos o tres años después de la desaparición de Ricardo, un compañero que se había exiliado a España le confirmó la noticia. Su marido había estado en la ESMA. Había sido “trasladado”, un eufemismo que utilizaban para aquellos detenidos-desaparecidos que asesinaban por cualquier método –incluido el de arrojar los cuerpos sedados al océano desde aviones.


Ahora la ESMA se llama Espacio de Memoria y Derechos Humanos, un museo para no olvidar los crímenes de Lesa Humanidad cometidos por el Estado durante la Dictadura argentina. Graciela sigue luchando por el reconocimiento de la Memoria Histórica como activista por los Derechos Humanos en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, donde nos recibe. 

 

***



Gabriela en la oficina de la Defensoría del Pueblo en la Ciudad de Buenos Aires | FOTO Beatriz Hernández Pino

¿Por qué es importante ‘invertir’ en investigar los crímenes de una dictadura? 

Yo te digo desde mi óptica como familiar de un desaparecido. Vos vivís toda tu vida con esa incertidumbre. Hay muertos, hay asesinados, pero en el caso de los desaparecidos que no sabés nada, y en lo poco que sabés hay una cuestión inconclusa con el destino del cuerpo: cómo fue, dónde fue, cuándo fue. Eso es todo fantasía para uno. Cuando vos no tenés el cuerpo, no tenés la seguridad de que está muerto. El duelo que hace cualquiera que tiene a su ‘muerto’, por decírtelo muy brutalmente, no lo tenés. Esa es la incertidumbre que te sigue y te persigue hasta el último día de tú vida. Pero por lo menos, si se investigan los crímenes de una dictadura, vos sentís que estás haciendo algo y que estas cosas no deberían repetirse. Aunque sé que la humanidad no aprende con eso. Al menos va dejando una enseñanza de cómo moverte, qué hacer, y de no callarse...

Se han creado precedentes jurídicos muy grandes en Argentina. Todo a pulmón. O sea, si yo me pongo a mirar 42 años atrás... 

 

Cuando acaba la dictadura, se hacen las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, similares a la española Ley de Amnistía de 1977. Esto dificultó mucho la puesta en marcha de mecanismos que revisaran lo sucedido durante los años de la dictadura. 

Bueno, a diferencia de España, acá pasa un tiempo antes de que se aprueben esas leyes. En 1982, un año antes de que terminara la dictadura, los organismos creamos una comisión técnica de recopilación de datos. Todas las asociaciones y colectivos teníamos material disperso, material de denuncia. Sistematizamos y unificamos.

Cuando se anunciaron las elecciones, Familiares de Desaparecidos fuimos a todos los candidatos y les dimos un documento detallado para que incorporaran a sus plataformas puntos sobre Derechos Humanos, desparecidos, el tema de los presos políticos, de los exiliados... 


Lo primero que hicimos apenas asumió Alfonsín [al que se refirió durante toda la entrevista como “el imbécil al que no nombro”] la Presidencia, fue entregarle el listado de los represores. Una de las cosas que nosotros queríamos es que se formase una comisión bicameral con todos los poderes para investigar los crímenes de Estado cometidos durante la dictadura. No logramos esa comisión, pero se formó otra: la CONADEP –Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas–. Nos pareció que eso no fue suficiente porque no tenía todos los poderes para investigar.  


Nos resistimos mucho a la creación de CONADEP, pero luego nos dimos cuenta de que había que usarlo. No podíamos no estar ahí. Nos parecía que lo primero que había que hacer era investigar a esta gente. Cuando se forma la CONADEP, nos piden todos los datos que nosotros ya teníamos sistematizados. Por eso ellos no tuvieron que empezar de cero para realizar el informe “Nunca Más”, gracias al cual comenzaron los procesos para enjuiciar y condenar a las juntas militares de la dictadura. 


Trasladando esto al caso español, ¿por qué cree que no surgieron iniciativas parecidas cuando acabó la dictadura?

Por lo que he visto y por mi experiencia allá, creo que en España ganó el miedo. Las familias estaban muy separadas… pero acá también. El problema es que hay un tema de... no quiero decir conciencia porque no es la palabra adecuada, es un tema de...

Creo que nosotros estamos acostumbrados a luchar. Nosotros, en Latinoamerica venimos del colonialismo, de las luchas de liberación y después, cuando creés que todo está bien comienzan las dictaduras. Nosotros venimos de una dictadura, otra dictadura y otra dictadura. Ahora, esta es la primera vez que el país tiene tantos años de democracia. 


¿Qué pasos se tendrían que tomar en España para avanzar en este tema? 

Me imagino que queda ya muy poca gente que haya vivido directamente eso. Yo creo que ahora la lucha la deben tomar los nietos, y aprender. Yo sé que hay muchos intentos que cayeron en saco roto. 

Vuelvo a repetir que para mí es miedo lo que hay en España. No mover el statu quode algunas familias. Se sufrió mucho durante el franquismo y la Guerra Civil. Creo que los españoles sienten que se podría volver a repetir esa historia. Porque no la cerraron. 


¿Por qué cree que fue importante conservar el edificio de la (ex) ESMA? 

Cuando Alfonsín dijo que iban a hacer un monolito por la reconciliación, lo vimos. Su idea en verdad era que el edificio del otro lado de la avenida tuviera vistas a un laguito, cancha de golf… Eso iba a ser la ESMA, un espacio verde. Venderían carísimos esos departamentos gracias a ese proyecto. Ese proyecto es el que yo les rompí. Me encanta. El día que me muera quiero que me entierren con esto. 


Edificio de la Ex-ESMA actualmente | FOTO Beatriz Hernández Pino


Queríamos que no se destruyera porque sabíamos la importancia que tuvo y podría tener para juzgar los crímenes de la Dictadura –como la prueba judicial que es actualmente. Fuimos a presentar un recurso de amparo para parar el proyecto de demolición del edificio que convertiría la ESMA en un lugar con zonas verdes para revalorizar el barrio. Algunos vecinos, cuando presentamos el recurso, nos avisaron que estaban sacando ‘cosas’ de ahí. Se lo dijeron a un periodista del diario La Nación. Agarramos el periódico y se lo llevamos al juez. Le dijimos: “mire, pasa esto: están sacando cajas de la ESMA. Queremos inspeccionar”. 


Ahí fue el momento en que mundialmente salió a luz lo que había significado aquel lugar durante la Dictadura. Era 1998, éramos las primeras que entrábamos desde que había dejado de ser un centro clandestino de secuestro y tortura. Había prensa internacional de todos lados. Cuando salimos yo estaba amarilla. 


Si comparamos el edificio de la ex-ESMA con algo parecido en España como es el Valle de los Caídos... ¿usted lo conservaría? 

Yo no lo conservaría. Se dice que ahí hay muchos cuerpos. Valle de los Caídos… ¿de los caídos de quién? No hay homenaje para los republicanos. Resignificarlo sí, tal vez. Pero yo antes que nada, por la experiencia que tuve acá, recuperaría los cuerpos. Es la mejor forma. De otra manera sería: “los muertos debajo de la alfombra y ya está, no se hable más”. 

Para mí es importantísimo, es una herida que de otra manera nunca cierra. ¿Y por qué? Porque no se habla. Ustedes tienen miedo de hablar. También el tiempo va atenuando ciertas actitudes. Las familias no deberían tener miedo de revivir eso. Se lo deben a su propia familia. 


¿Cree que a medida que vayan pasando las generaciones se podrá hacer algo? 

Tienen que hacerlo. ¿Cómo se va a saber la verdadera Historia? Cuando Hebe Bonafini –Madre de la Plaza de Mayo– dijo a un equipo de antropólogos, ya durante la democracia, que en el caso de encontrar los cuerpos los dejasen donde estaban,  yo dije: ¡de ninguna manera! Si no, sigue siendo propiedad del enemigo. Ellos los hicieron desaparecer, yo les tengo que dar su identidad, tengo que recuperar para nuestro campo popular. La guerra la ganaron ellos. Lo mismo pasó en España. 


La guerra la termina ganando el franquismo. Nunca se va a terminar si nadie le pone nombre y apellidos. Si pueden pasar 120.000 desaparecidos pueden pasar dos millones también, algún día... Los que lucharon no se merecen ser olvidados. 


Publicado en la revista CONTEXTO el 19 de septiembre de 2018: https://ctxt.es/es/20180919/Politica/21786/guerra-civil-comision-de-la-verdad-valle-de-los-caidos-dictadura-argentina-esma-graciela-palacios.htm

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